sábado, 14 de enero de 2012

Bla,bla,bla.

Me encantaría saber qué le pasa por la mente cuando estoy a su lado. Es esto, esta incertidumbre la que llena de dudas mi cabeza, la que hace que no deje de pensar en el, y la que me martiriza nuevamente por la posibilidad de no estar haciendo lo correcto. 
Pero, ¿qué es lo correcto? Cuando me hago esta pregunta dos posibilidades se clavan en mi cabeza. O bien dejarlo pasar evitando perder pero sin la posibilidad de ganar, o bien arriesgar exponiéndome a ambas.

Lo correcto quizás sería dejarlo pasar, porque aunque aparentemente
"Si no arriesgas, no ganas” 
quizás para mi ganar signifique  no perder.  O por el contrario quizás lo correcto sería arriesgar garantizándome así cantidad de buenos momentos, pero exponiéndome a poder experimentar algunos malos.

Para llevar a cabo la primera opción quizás ya sea demasiado tarde. 
Es entonces cuando me pregunto por qué sigo recapacitando sobre si todo esto es lo correcto si realmente la primera ya está descartada y en la segunda estoy metida de lleno.
Puede que también sea eso lo que me preocupe. Esa necesidad de verle, de hablar con el y ese miedo, sí, ese miedo que no desaparece. Miedo a pasarlo mal, a no hacerlo bien o a perderle. Al fin y al cabo miedo. Es entonces cuando una pregunta que leí hace poco, vuelve a mi cabeza;


“¿Por qué siempre pensamos en si saldrá mal y por qué casi nunca pensamos en si saldrá bien?”

Quizás sea por que solo nos centramos en evitar lo malo, obviando de este modo todo lo bueno que nos sucede, cuando realmente debería ser al revés.

El caso es que de un modo u otro la decisión está tomada, independientemente de si es lo correcto o no, cosa la cual evitaré pensar, porque creo que a estas alturas quizás ya sea demasiado tarde para planteárselo.
Esperanza. Sí. Esa es la palabra que mejor se adapta a esta situación. 
Tengo la esperanza de que todo esto salga bien, de no cagarla como otras muchas veces he hecho y sí, tengo esperanza de que para él todo esto signifique tanto como para mi.
Es esa importancia que le doy a esto la que tanto me asusta. El pensar que quizás ya me haya atado a él, y no solo eso, el pensar si él también lo ha hecho. Tengo miedo a que cambie de opinión, a que todo cambie del día a la noche, como ya pasó una vez. Temo eso, y sí, se que si ese temor me pertenece es porque él me importa, de un modo u otro, pero lo hace.

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