Es jodido, pero me da la impresión de que solo perdiéndote sabré lo que he tenido al lado durante todo este tiempo. La misma historia de siempre. La misma M I E R D A.
Hay veces que es necesario parar por un momento y recapacitar sobre uno mismo y sobre todo aquello que nos rodea, sobre aquellas personas que están a nuestro lado día a día, aquellas a las que tanto queremos y a las que deberíamos agradecer que sigan ahí. Sí, creo que es necesario parar por un momento y recapacitar, y pensar cuantas palabras de afecto no se dicen por parecer obvias y no sólo eso, si no la falta que éstas nos hacen. Porque al fin y al cabo son esas cosas tan obvias a simple vista las que más necesitamos oír, las que tanto nos gustan.
Es por ello por lo que me gustaría darte las gracias, mi vida, porque quizás no lo haga con tanta frecuencia como debería y lo siento si ha sido así. Gracias por todo lo que haces por mi, por hacerme volar y por tu ilusión. Gracias por esa ilusión que tanto me gusta, gracias por tu empeño y dedicación, por tus detalles, por tus besos y caricias, por tu amor. Gracias por darme tu tiempo y por hacer que el mio vuele.
Gracias por un trece de enero, por un ocho tumbado...
He tratado durante mucho, mucho tiempo de deshacerme de ellos sin darme cuenta de que hacerlo me resultaría tan complicado como parar el tiempo una tarde de verano bajo el cielo de Debod. Qué pretensión tan ambiciosa. Al fin y al cabo la intención no iba más allá de deshacerme de una pequeña parte de mi misma, una parte que odiaba y anhelaba al mismo tiempo, una parte que me rompía por dentro, que sangraba con el más mínimo roce. Mi único recurso era el tiempo, pero el paso de los meses lo hacían cada vez menos tangible.
¿Qué hacer? Nada. No podía hacer nada, acababa nuevamente sumida en el mismo día a día, en la misma mierda, intentando deshacerme de mi misma, de aquello que me recordaba que ya no estabas aquí. Por un momento no había horario ni motivos para que lo hubiera, tampoco calendario. Sumida durante tanto tiempo en algo tan etéreo y en mis sueños tan palpable que acabé por creerlo, pero nuevamente despertaba y todo seguía como la última vez. Ya no había límites ni gente que los saltase, ¿sabes? Tampoco pretendí que los hubiera.
Tiempo y más tiempo. Las cosas seguían su curso y aunque parecía que nunca vendría la calma, la agonía no es eterna y menos mal.
Sí, los recuerdos volvieron a escaparse del baúl... pero hoy ya no duelen.